Mujer iroqués

lunes, 29 de febrero de 2016

MUJERES DE ESPARTA


Cuando los atenienses asistieron a la primera representación de Lisistrata, las risas estaban garantizadas. La comicidad del espectáculo se apoyaba en dos factores: el primero es la sal gruesa que adorna la historia, que sigue haciéndonos reír 24 siglos después. El segundo, hoy, no nos resulta familiar, y es que las mujeres que apoyan a Lisistrata no se comportan como buenas atenienses, sino como espartanas, porque todos los atenienses sabían que los espartanos, los temibles guerreros endurecidos en mil batallas, vivían bajo el puño tiránico de sus mujeres (no como ellos, que sabían tener a las mujeres en su sitio). De ahí las carcajadas que levanta la entrada de la embajada de los lacedemonios, con una erección tan brutal que sus anfitriones creen que traen armas bajo la ropa: ese es el precio de vivir bajo la dominación de las mujeres, el ridículo y la mofa.

Pero ¿qué tenían esas espartanas que las hacían tan diferentes a las mujeres del resto de Grecia?

La clave está en la propia Esparta. Los espartanos,  enfrentados a los cambios sociales que tuvieron lugar en otras regiones de Grecia, preservaron algunas costumbres muy antiguas, probablemente anteriores a la gran migración doria que dio origen a la ciudad.  Las leyes consolidaron esas costumbres y, entre ellas, estaba la de la matrilinealidad, es decir, la transmisión del linaje y los bienes por via materna. Esta costumbre convirtió a las mujeres de Esparta en las administradoras de facto de los recursos económicos de cada familia, mientras los hombres pasaban a formar parte de la comunidad de guerreros y hacían vida comunal. Por eso la vida de una mujer en Esparta tenía unas características únicas que, para el resto de los griegos, eran, literalmente, una abominación

Lo primero que tenían era educación. Las mujeres, en Grecia eran analfabetas, salvo las hijas de las familias aristocráticas y las cortesanas de más alto rango. Sin embargo, las leyes de Licurgo incluían la educación para niños y niñas a cargo del estado hasta los 14 años. Puede que no dedicaran su vida a declamar poemas ni a filosofar, pero sabían leer, y estaban obligadas a conocer y recitar la Ley.

Tenían bienes y propiedades, algo escandaloso en un mundo en el que las mujeres, en sí mismas, eran bienes y propiedades. Como ciudadanas de pleno derecho (y recordemos que en Atenas la ciudadanía estaba reservada sólo a unos pocos hombres) atendían las tierras, poseían las casas y administraban los recursos. Un caso similar al de las mujeres iroquesas, y por el mismo motivo: entre las cinco naciones, los hombres formaban asociaciones guerreras y eran las mujeres las que se encargaban de la tierra y el comercio.


Para más inri eran fuertes y saludables. Mientras la ateniense de buena familia no veía la luz del sol más que para salir del gineceo de su padre, camino del de su esposo, las jóvenes lacedemonias se ejercitaban en la carrera, el lanzamiento de jabalina, la equitación y la lucha. Competían entre sí, y competían con los hombres. Y lo hacían desnudas, orgullosas de su físico y de su vigor, y orgullosas de ser contempladas por sus compañeros, igualmente desnudos. De hecho, algunas estatuillas erroneamente identificadas como de amazonas, probablemente sean mujeres espartanas.

En sus competiciones, las espartanas se burlaban de los vencedores de los juegos olímpicos, donde ellas no podían participar ni como público, ya que corrían más rápido, montaban mejor y lanzaban más lejos que la mayoría*.

Finalmente, eran libres, no solo de derecho, sino también de hecho. El matrimonio no las esclavizaba. Las bodas se celebraban de forma casi secreta y tras la primera noche el esposo volvía a vivir con sus compañeros de lucha, a los dormitorios comunales, y solo acudía por las noches al lado de su esposa, lo que, según el legendario Licurgo, impedía que los conyuges se hartaran el uno del otro. Y, al tomar a su cargo el estado la educación de los niños y niñas desde los 7 años (la institución de la agoge), ellas no tenían que dedicarse a la crianza y desarrollaban una individualidad fuerte y orgullosa, al servicio de la ciudad. Cuando los hoplitas partían a la guerra y escuchaban a las mujeres decirles, espartanos, volved con vuestro escudo o sobre vuestro escudo, sabían que no eran palabras vacías: un guerrero que regresó sin su escudo fue muerto a manos de su propia mujer, para lavar la deshonra que había traído con él.

Por si todo lo anterior no fuera piedra de escándalo para toda Grecia, la libertad sexual de las espartanas era la comidilla del resto de ciudades ¿no eran tan viriles los espartanos? ¿como, entonces, las mujeres de Esparta tenían la potestad de tomar amantes a su antojo? Y con el apoyo de la ley, siempre y cuando el elegido fuera más alto, más guapo o más fuerte que su marido (lo cual puede sonar muy bien, salvo que fueras el espartano más flacucho, canijo o feo, porque entonces tu santa estaba casi obligada por la ley a follarse a toda Esparta y a ti no te iban a dar una alegría ni las ciegas)

Dice la leyenda que, en una campaña que se prolongaba más de lo debido, y a pedido de las mujeres, los hoplitas decidieron que sus compañeros más jóvenes y guapos regresaran a la ciudad mientras el resto seguía luchando. A los hijos nacidos al año siguiente se les llamó, colectivamente, hijos de la guerra. Sea cierto o no, sólo el que exista esta leyenda dice mucho del modo en que pensaban los espartanos.

Hay otra leyenda, y leyenda debe ser, ya que cuenta el encuentro entre una mujer de Atenas y una de Esparta, y sabemos que, desgraciadamente, es muy dudoso que una mujer de Atenas tuviera libertad para hablar sin permiso de su padre o su esposo. Pero dice este relato que la ateniense, asombrada al ver cómo vivían su contertulia y sus amigas, le preguntó como era posible que, de todas las mujeres de Grecia, precisamente fueran las de Esparta, las hijas de la ciudad más dura de todas, las únicas que tenían dominio sobre los hombres. A lo que le fue respondido...

...quizás las espartanas somos las únicas que parimos hombres de verdad

* La primera mujer coronada en unas olimpiadas fue la espartana Cinisca

 Imagen superior: jovenes espartanas se burlan de sus compañeros, de Degas. En los bocetos preliminares Degás pintó a las muchachas desnudas, depiladas, mostrando claramente sus genitales

Imagen inferior: Muchachas de Esparta, de E. Criose

lunes, 1 de febrero de 2016

DIARIO DE LA PATERNIDAD RESPONSABLE (XXII) Los Diez Mandamientos y otros afanes


La crianza (cada vez que uso esa palabra me viene a la cabeza un gallinero lleno de pollitos, debe ser un tic agrícola) es un camino lleno de sorpresas y, afortunadamente, no todas son malas. Eso no significa que las demás sean buenas, sino que la mayoría son, simplemente, sorpresas, cosas que no esperas pero suceden. Sin embargo, con el tiempo vas echando callo.

Una de las cosas donde no suele haber sorpresas es en la rutina alimentaria. Tú puedes innovar en tu cocina todo lo que quieras, y puedes convencer* a tu vástago de que se lo coma (entre sordas protestas y miradas hostiles) pero al hacerlo estás contraviniendo el sagrado decálogo de la alimentación del adolescente, y a sus ojos eres un sacrílego digno de ser fulminado por el rayo de Jehová o tragado por la tierra como castigo a tu soberbia. Dicho decálogo, como su nombre indica, consta de diez normas sencillas de entender y seguir, a saber...

• Amarás el atún sobre todas las cosas.
• No cogerás el bote de Ketchup en vano.
• Santificarás las pizzas**.
• Honrarás a tu padre y a tu madre siempre y cuando te sirvan otra ración de macarrones con atún y repongan el ketchup.
• No rezongarás (ante una hamburguesa bien pringosa de ketchup, porque ante un plato de pescado*** en salsa verde rezongarás todo lo que quieras y puedas)
• No cometerás actos impuros como poner brócoli en un plato.
• No dejarás que te roben ni una albóndiga de la abuela ¡apartaos, blasfemos, son mías y sólo mías!
• No levantarás falso testimonio, sólo afirmarás con total seriedad que ya te has terminado la coliflor y que no sabes cómo ha podido crecer la ración del plato de tu padre como si alguien le hubiera añadido de tu plato, por dios, es que no confiáis nunca en mí y por cierto ¿hay macarrones? ¿y atún? ¿y ketchup?
• No consentirás pensamientos ni deseos impuros como tomarte una ensalada en vez de un costal de patatas fritas con ketchup.
• No codiciarás la lechuga o los espárragos ajenos.

Estos dos mandamientos se resumen en dos: derramarás ketchup sobre todas las cosas y al prójimo que le vayan dando, haber pillado vuestro bote de ketchup.

¿Pensáis que exagero? Hemos tenido que poner serios límites a la ingesta de ketchup, so pena de ver como se extinguen los tomates a medida que se van agotando sus caladeros tradicionales ¿es que nadie piensa en los tomates, por el amor de Quetzacoatl?

De acuerdo, un poco sí exagero. En los últimos tiempos voy integrando en su dieta platos vegetarianos, pescado en papillote, sopas... y siempre ha sido buen comedor de legumbres, aunque siga torciendo la cara cada vez que toca plato de cuchara. Pero, si por él fuera, desayunaría arroz con atún, comería macarrones con idem y cenaría pizza de ... ¿adivináis que pez de la familia de los túnidos? .... todo ello abundantemente regado con esa ambrosía de color rojo que estáis imaginando.

Aún no ha probado a tomarse las mandarinas con ketchup, pero por si acaso no le doy la espalda.

Pero hablábamos de sorpresas, y es que la capacidad del adolescente para sorprender a sus progenitores nunca llega a su fin. Hace un par de meses D volvió a pedirme que le entrene para correr, y esta vez se lo está tomando en serio. Hemos empezado ya la sexta semana y, pese a sus miradas de porqué, señor, porquéeeeeeee cada vez que le digo que toca salir, se pone las zapatillas con gesto resignado y sale a trotar a mi vera. Aún haremos de él un mozuelo bien formado. Y la mirada de su personal teacher cuando insiste en enseñarle sus recién descubiertos músculos es impagable ¡S, hija, te ganas el cielo con tu habilidad para disimular las risas!

También nos sorprende para bien en su actitud para el estudio. Vamos levantando, superando baches, cogiendo experiencia e incluso en alguna ocasión se ha puesto a estudiar por propia iniciativa. Tras rápida consulta a Mulder y Scully hemos verificado que, en efecto, era él. Ningún alienígena sería tan burro como para cometer un fallo de raccord tan básico tras infiltrarse entre nosotros.

Eso sí, el exagerado optimismo propio de su edad, acompañado de un raciocinio, digamos, flotante, sigue siendo un problema. Por ejemplo, no sólo insiste en creer que sus chistes tienen gracia, además está convencido de que tanto sus chascarrillos como las gansadas protagonizadas por él y sus compañeros son absolutamente originales y jamás se le han ocurrido a persona humana ninguna en el devenir de los siglos. Cualquier día inventará el chiste del perro mistetas, y lo que es peor, se empeñará en contárnoslo varias veces, haciendo el gesto de badummm ¡tssss!

También sigue teniendo la vaga esperanza de que algún día le confesemos que su concepción fue inmaculada, o le encontramos debajo de una coliflor, o... lo que sea con tal de que la historia no incluya sexo. La idea de que alguna vez su madre y yo tuvimos roce y retoce le pone muy nervioso. La sóla mención de que seguimos teniéndolos regularmente le causa ataques de ansiedad y severos daños psicológicos que, según él, deberemos compensar en forma de costosas sesiones de psicoanálisis hasta que logre superar el trauma.

De acuerdo, somos un poco despistados, pero tampoco hay que ponerse así porque se encontró en el salón la funda de un preservativo. Ahora bien, el diálogo subsiguiente, no por breve fue menos ameno, y me alegro de no habérmelo perdido

_ ¡Mamá! (gesto airado, enarbolando el pedacito cuadrado de plástico) ¡¿QUÉ HABÉIS ESTADO HACIENDO?!
_ ¿Te hago un dibujo?
_.... (silencio glacial)...


En fin, otra cosa no, pero que nos quiten lo bailao.

Desde la enterprise, fecha galáctica febrero de 2016. Seguiremos informando.

* Y si no, el sistema del embudo y el palo lleva usándose con las ocas desde hace milenios
** Ver como mis pizzas artesanas de masa madre son devoradas, no ya sin saborear, sino incluso sin masticar, es una experiencia entre halagadora y desoladora. Podría ponerle una pizza recortable de cartón y se la comería igual
*** Entendiendo como pescado cualquier vertebrado con aletas, espinas y escamas que no sea atún, claro está